3 de Marzo de 1979, Düsseldorf
Hay días, en que me levanto por la mañana, y desearía volver a acostarme. Días, en que todo lo inimaginable se vuelve del revés; en que ni siquiera el más mínimo estimulo que pueda tener para poder afrontar la realidad y convencerme de que he de seguir adelante, puede provocar una reacción en las neuronas que estimulen el alma, actúe, se mueva y avance en el día.. Días, en que hasta el simple pensamiento y análisis del porque de esta desidia, provoca el desasosiego en mi interior, y como acto reflejo, me provoca preguntas que generan respuestas que no prefiero oír, porque ponen el dedo en la llaga, y esta sangran de verdades que duelen.
El miedo a lo inmediato, al acontecer del momento. De previsibles frustraciones que solo ahondaran en la herida de los sentimientos. Emociones, deseos contrapuestos, ansias por un ideal de mañana que nunca amanece.
La huida, como respuesta a no querer afrontar y aceptar la realidad. Es en este estado, cuando aparece la nostalgia que me envuelve en su velo acaramelado, dulce de los recuerdos. De un mañana que quiero que siga siendo ayer. Que sobrevive en la mente, sólo para ahogar penas y estados como el que siento. Es la huida de la realidad, de no aceptar los hechos, de vivir entre nubes. Volando, viajando entre sueños irreales que son la cara yuxtapuesta de la realidad.
Pero la realidad, siempre se antepone. Te das de bruces contra ella. Y no puedes pedirte a ti mismo explicaciones, que te convenzan, de que sólo se trata de sueños e ilusiones que se desvanecen y que no existen. Que la realidad es otra, y buscas respuestas... respuestas que son siempre las que le convienen a la realidad, ya que estas vienen dadas por los hechos y sus circunstancias. Callas, otorgas,... das por echo los hechos... Y te das cuenta que la herida de los sentimientos, hacen que el corazón se encuentre de mudanza.
¿Que fue lo que dijo? ¿Cuales fueron sus palabras? Si, "... Cuando realicemos la mudanza, deberemos tener cuidado, ya que siempre se pierde algo..." Más o menos fue así... Y es verdad, siempre se pierde algo... Y perdimos algo... Lo mismo es cuando afrontas los hechos, cuando aceptas la realidad, cuando esta realidad hace que el dolor que te embarga, te produzca tal insensibilidad ante los acontecimientos... que en esa mudanza del corazón, algún sentimiento debió perderse por el camino.
Hace ya rato que amaneció, y debiera levantarme. Me espera un día bastante largo por delante. Pero no hago más que divagar, porque hoy es un día de esos, quizás porque los recuerdos se me vienen a la cabeza y no puedo olvidar su presencia. Y sé, que todo esto, solo me produce estar en permanente estado de melancolía, que puede rallar en la depresión. Pero se, que es en este momento de la mañana, cuando salgo al encuentro de mis pensamientos, cuando puedo analizar con claridad lo que ocurre a mi alrededor. Quizás por eso, no me he ahogado aún en la nostalgia.
Son las siete y media de la mañana, de una temprana primavera. Hace tiempo que acabó aquella mudanza... Con ella se quemaron los recuerdos del pasado, de un pasado que jamás volverá…
Debo despertar a María. Si la dejo un rato más en la cama de seguro, que al final no emprenderemos el camino, a la hora que tenía pensado salir, y luego me voy a encontrar bastante tráfico.
Me levanto de la cama. Cojo las zapatillas... ¿Dónde abre puesto la otra? ¿A ver? Ya recuerdo, anoche me levante, no me las puse y quizás cuando volví a la cama la debí de mandar debajo de esta. Salgo al pasillo y entro en el cuarto de María. Duerme. Me siento a su lado, y la contemplo. Aparto los flequillos de su frente. Necesita un corte de pelo. Quizás cuando regrese... más bien me tocará pelearme con ella.
Da vértigo ver pasar el tiempo; es en ella, en María, donde compruebo como este se vuelve miserable y cruel. Desearía verla siempre tal y como está, pero no es así. El tiempo pasa inexorablemente. No se detiene, y no repara en mis suplicas, para que siga tal y como esta... que no pierda esa inocencia que derrama su pequeña cara... Que no se dé cuenta de su silencio.
Mientras la miro, pienso en lo mucho que me sorprende... crece, y se hace más vieja en su pequeña sabiduría, aleccionándose día tras día. Cada barrera que encuentra la derrumba e intenta aprender de sus propios fallos. Su coraje por vivir, su fuerza por aprender, su inteligencia... pienso... en sus abrazos... sus mimos... la dulzura de su cara... son esas pequeñas cosas, las que me hacen seguir de pie.
La despierto, tocándole sus hombros. Ella abre los ojos y me mira dulcemente, para luego bajar su mirada a mis manos... la derecha se fue a mí boca para lanzar un beso al viento, para después ser acariciada por la izquierda, al tiempo que le digo:
- Dormilona... Despierta, es hora de levantarse
Hay días, en que me levanto por la mañana, y desearía volver a acostarme. Días, en que todo lo inimaginable se vuelve del revés; en que ni siquiera el más mínimo estimulo que pueda tener para poder afrontar la realidad y convencerme de que he de seguir adelante, puede provocar una reacción en las neuronas que estimulen el alma, actúe, se mueva y avance en el día.. Días, en que hasta el simple pensamiento y análisis del porque de esta desidia, provoca el desasosiego en mi interior, y como acto reflejo, me provoca preguntas que generan respuestas que no prefiero oír, porque ponen el dedo en la llaga, y esta sangran de verdades que duelen.
El miedo a lo inmediato, al acontecer del momento. De previsibles frustraciones que solo ahondaran en la herida de los sentimientos. Emociones, deseos contrapuestos, ansias por un ideal de mañana que nunca amanece.
La huida, como respuesta a no querer afrontar y aceptar la realidad. Es en este estado, cuando aparece la nostalgia que me envuelve en su velo acaramelado, dulce de los recuerdos. De un mañana que quiero que siga siendo ayer. Que sobrevive en la mente, sólo para ahogar penas y estados como el que siento. Es la huida de la realidad, de no aceptar los hechos, de vivir entre nubes. Volando, viajando entre sueños irreales que son la cara yuxtapuesta de la realidad.
Pero la realidad, siempre se antepone. Te das de bruces contra ella. Y no puedes pedirte a ti mismo explicaciones, que te convenzan, de que sólo se trata de sueños e ilusiones que se desvanecen y que no existen. Que la realidad es otra, y buscas respuestas... respuestas que son siempre las que le convienen a la realidad, ya que estas vienen dadas por los hechos y sus circunstancias. Callas, otorgas,... das por echo los hechos... Y te das cuenta que la herida de los sentimientos, hacen que el corazón se encuentre de mudanza.
¿Que fue lo que dijo? ¿Cuales fueron sus palabras? Si, "... Cuando realicemos la mudanza, deberemos tener cuidado, ya que siempre se pierde algo..." Más o menos fue así... Y es verdad, siempre se pierde algo... Y perdimos algo... Lo mismo es cuando afrontas los hechos, cuando aceptas la realidad, cuando esta realidad hace que el dolor que te embarga, te produzca tal insensibilidad ante los acontecimientos... que en esa mudanza del corazón, algún sentimiento debió perderse por el camino.
Hace ya rato que amaneció, y debiera levantarme. Me espera un día bastante largo por delante. Pero no hago más que divagar, porque hoy es un día de esos, quizás porque los recuerdos se me vienen a la cabeza y no puedo olvidar su presencia. Y sé, que todo esto, solo me produce estar en permanente estado de melancolía, que puede rallar en la depresión. Pero se, que es en este momento de la mañana, cuando salgo al encuentro de mis pensamientos, cuando puedo analizar con claridad lo que ocurre a mi alrededor. Quizás por eso, no me he ahogado aún en la nostalgia.
Son las siete y media de la mañana, de una temprana primavera. Hace tiempo que acabó aquella mudanza... Con ella se quemaron los recuerdos del pasado, de un pasado que jamás volverá…
Debo despertar a María. Si la dejo un rato más en la cama de seguro, que al final no emprenderemos el camino, a la hora que tenía pensado salir, y luego me voy a encontrar bastante tráfico.
Me levanto de la cama. Cojo las zapatillas... ¿Dónde abre puesto la otra? ¿A ver? Ya recuerdo, anoche me levante, no me las puse y quizás cuando volví a la cama la debí de mandar debajo de esta. Salgo al pasillo y entro en el cuarto de María. Duerme. Me siento a su lado, y la contemplo. Aparto los flequillos de su frente. Necesita un corte de pelo. Quizás cuando regrese... más bien me tocará pelearme con ella.
Da vértigo ver pasar el tiempo; es en ella, en María, donde compruebo como este se vuelve miserable y cruel. Desearía verla siempre tal y como está, pero no es así. El tiempo pasa inexorablemente. No se detiene, y no repara en mis suplicas, para que siga tal y como esta... que no pierda esa inocencia que derrama su pequeña cara... Que no se dé cuenta de su silencio.
Mientras la miro, pienso en lo mucho que me sorprende... crece, y se hace más vieja en su pequeña sabiduría, aleccionándose día tras día. Cada barrera que encuentra la derrumba e intenta aprender de sus propios fallos. Su coraje por vivir, su fuerza por aprender, su inteligencia... pienso... en sus abrazos... sus mimos... la dulzura de su cara... son esas pequeñas cosas, las que me hacen seguir de pie.
La despierto, tocándole sus hombros. Ella abre los ojos y me mira dulcemente, para luego bajar su mirada a mis manos... la derecha se fue a mí boca para lanzar un beso al viento, para después ser acariciada por la izquierda, al tiempo que le digo:
- Dormilona... Despierta, es hora de levantarse